Haced un pensamiento sobre la reflexión que comparte la antropóloga americana Angeles Arrien, sobre cómo es entendida la enfermedad o la locura entre los pueblos de culturas milenarias: Si acudiéramos a uno de sus chamanes, hombre o mujer medicina o persona sabia de una de estas comunidades a consultar por nuestro malestar, él o ella nos haría estas 4 preguntas:
- ¿Cuando dejaste de bailar?
-¿Cuando dejaste de cantar?
-¿Cuando te dejaron de encantar las historias (especialmente nuestra propia historia personal)?
-¿Cuando dejaste de estar a gusto en el dulce territorio del silencio?
Si verdaderamente hace tiempo que dejaste de bailar, cantar, ser encantado por tu historia y la de los que te rodean, si dejaste de disfrutar de la sabiduría de tu propio silencio, entonces es muy probable que te sientas perdido y es que dejaste que tu alma fuera robada, por las preocupaciones, los rencores, los "debería"...
Asi que, ya sabes:
CANTA
BAILA
CONÓCETE A TÍ MISMO
REGOCÍJATE EN EL SILENCIO.
Una mirada hacia adentro
Para quienes miramos hacia adentro, con voluntad de trascender nuestros propios errores y defectos, conscientes de nosotros mismos y de nuestra bondad interior.
lunes, 28 de septiembre de 2015
sábado, 4 de abril de 2015
LA FELICIDAD ES CONTAGIOSA
La investigación de la psicología moderna
está explorando la idea de que a
través de ciertas prácticas, como la gratitud, el perdón y la introspección podemos
mejorar nuestro bienestar y
aumentar nuestra vivencia de la felicidad. Se han hecho descubrimientos muy significativos en el campo de la neurociencia, la
genética y las ciencias de la salud
que atestiguan que sólo un 10% de nuestra felicidad se debe a
circunstancias externas y que el otro 90% está basada en nuestro entorno
interior, tanto genético, como el de nuestra actitud interna hacia los sucesos
de la vida.
Ahora también sabemos que el
cerebro adulto genera 5.000
nuevas células cerebrales cada día, con su capacidad innata de conectarse entre sí. Así que podemos “recablear” el cerebro para ser más felices,
compasivos y amables si así lo queremos. Todo lo que se necesita es práctica.
Algunas
de las actividades intencionales que podemos practicar como parte de nuestra
aportación interna para procurarnos una mayor felicidad, son:
-
La INTROSPECCIÓN, el poder del MINDFULNES o la conciencia plena. Estar atento
al momento presente, te pone en contacto real con la vida. Si continuas perdido
en el pasado o corriendo hacia el futuro, te pierdes lo más vivo de la vida.
Practícala poniendo atención a tu respiración y verás como encuentras calma y
sabiduría.
-
El PERDÓN es físico. Practicarlo no sólo
beneficiará a la persona que perdonamos.
El perdón reduce la tensión, la depresión, la ira y el estrés. Está directamente relacionado con la salud física. La próxima vez que te sientas rencoroso,
intenta dejarlo ir por tu propio beneficio.
-La GENEROSIDAD aumenta la felicidad. Dar a los demás libera endorfinas, la activación de las partes de nuestro
cerebro que están asociados a la
confianza, el placer, y la conexión con los demás. Compañía, conversación, una mano de ayuda, son cosas
bien baratas que podemos dar.
-La GRATITUD promueve
el bienestar. No es la felicidad lo que nos hace estar agradecidos; si no el
sentir gratitud por los constantes regalos de la vida es lo que nos hace
felices. Es tan simple como escribir o verbalizar tres cosas por las que estás
agradecido cada dia: tu vida, tu cuerpo, tu familia, una sonrisa que has
recibido, un día soleado… hay tantas cosas!!
Y
lo más lindo de todo, a través de
la práctica de la felicidad,
hacemos más felices a las personas que nos rodean y con las que
establecemos contacto¡ La felicidad es contagiosa! Compártela.
sábado, 23 de noviembre de 2013
viernes, 28 de junio de 2013
BAILE DE ENERGÍAS
En el
interior de hombres y mujeres e independientemente de nuestro sexo, habitan dos
energías, de manara combinada: energía masculina y femenina, en distintas
proporciones, con diferentes fuerzas. Ellas hacen que nos expresemos con unas u
otras cualidades, más típicamente masculinas o femeninas, en las diferentes
áreas de nuestras vidas.
La energía
masculina es característicamente descrita como activa, creativa, intelectual, con
dirección y propósito, perseverante, agresiva, dura, se concentra y está
orientada a la acción. La energía femenina es pasiva, receptiva, emocional, prioriza
el amor y las relaciones, es tierna, cuidadora, atiende a varias cosas a la vez
y sabe empatizar. Ninguna es mejor ni peor, tan solo diferentes y si nos fijamos
bien, más útiles y necesarias, para según que cosas.
La
proporción en la que ambas energías cohabitan, tiñe el pulso de nuestro
comportamiento y no sólo hace que mayoritariamente, hombres y mujeres seamos
distintos .También que cada hombre y cada mujer seamos diferentes, ya que la
combinación energética masculino- femenina no está siempre ligada al género, ni
es la misma en todo momento. Es una para cada persona, incluso para cada etapa
en la vida de una persona o según sea el
escenario en donde estemos desplegando en cada
circunstancia nuestra personalidad. Los atributos masculinos y femeninos
que cada uno vamos desarrollando vienen condicionados, como todos los demás que
configuran nuestra personalidad, por la genética, la historia de vida, nuestras
imágenes inconscientes y la cultura en la que estamos inmersos. Pero están
siempre ahí, disponibles en el interior de cada uno, listos para ser
explorados, si nos atrevemos a soltar nuestro condicionamiento.
Generalmente
y más en épocas pasadas, los hombres han desarrollado mucho más su energía
masculina y las mujeres, mucho más, la energía femenina, contribuyendo a
mantener un estereotipo de lo que es la feminidad y la masculinidad. De hecho,
hasta hace bien poco, los roles de hombres y mujeres estaban fijados y bien
diferenciados: se suponía que los hombres tenían que salir a conseguir dinero
para proveer a su prole y las mujeres debían quedarse en casa para cuidar de
los hijos. Los hombres, a menudo dominaban a las mujeres a través de su fuerza
y su poder económico. Las mujeres, frecuentemente manipulaban a los hombres con sus caricias y
“tejemanejes” emocionales y sexuales. Las caricaturas extremas de estos roles
eran el macho obtuso y el ama de casa
sumisa. La mirada tierna, pudiera ser la de un hombre entregado a su propósito,
distraído de tanto en tanto con la mirada furtiva depositada en una bella mujer
y la de una mujer coqueta, dichosa en su quehacer cotidiano, cuidando amorosamente
de los suyos.
Sin embargo,
al igual que la cultura y la existencia, siempre cambiantes en función de las nuevas necesidades,
conocimientos y hábitos de vida, también las maneras de ser mujer y hombre han evolucionado.
Hace ya unas cuantas décadas que, inicialmente las mujeres y posteriormente los
hombres, hemos ido incorporando cualidades de una y otra energía, acercando
posturas en nuestro quehacer cotidiano, en el trabajo, en lo doméstico, en lo
social y relacional. Unos y otros salimos a trabajar, cambiamos pañales,
hacemos comidas, atendemos lo emocional y las relaciones personales…
De hecho, en
la actualidad cada vez más, hombres y mujeres nos vamos pareciendo más en
nuestros hábitos y maneras. Al equilibrar estas dos energías internas presentes en cada persona, hemos
desarrollado más aspectos de nosotros mismos y hemos mejorado considerablemente
nuestra capacidad de respuesta, en muchas circunstancias de nuestras vidas de
hoy. Es como un baile, en donde si escuchamos bien la música, ésta nos guiará
hacia el ritmo y los pasos más adecuados.
viernes, 14 de junio de 2013
AMARNOS A NOSOTROS MISMOS
Todos
nacemos con la capacidad de amar, pero no nos han enseñado a desarrollarla y
vivirla de un modo sano, más bien todo lo contrario. Nos han inculcado una
serie de creencias que nos llevan, muchas veces, al dolor, a la dependencia, a
la sobreprotección y a construir relaciones enfermizas. Buscamos amor y no lo
encontramos, nos cuesta experimentarlo de verdad. En la pareja, en la familia,
en la amistad, en la ciudad. Al mirar a nuestro alrededor, no vemos a muchas
personas que estén haciendo circular su energía amorosa en una forma gozosa y
sana. Eso también nos confunde. Estamos tan acostumbrados a vivir así.
Desde la
necesidad, la carencia y el apego el amor no es verdadero amor. Es otra cosa. Nos
hicieron creer que el amor proviene de afuera y que depende de nuestras
relaciones. Cuando el amor se encuentra en el interior de cada uno de nosotros,
aguardando a que lo descubramos. Lo hemos de re-descubrir, ya que nos olvidamos
de regarlo y se quedó pequeñito.
Dice el
terapeuta americano Bob Hoffman, que amor es “el flujo o desbordamiento de
bienestar emocional que vertemos, en primer lugar sobre nosotros mismos y,
seguidamente, sobre los que nos rodean.”
Es un arte
saber amar de verdad: amar no es algo concreto que se da o se recibe; es algo
que experimentamos, algo a lo que nos abrimos que en realidad ya está. Amar es algo
que si alimentamos, crece. Podemos claro, aprender a cultivar el amor hacia
nosotros mismos y hacia los demás. Es una función y como tal, según sea su
práctica, estará más o menos en forma, más o menos saludable.
Hay sucesos,
que ocurren en nuestras vidas, que dañan las raíces desde donde crece el amor
dentro de nosotros: la falta de respeto, el abandono, la vergüenza, la culpa,
la exigencia…Esas heridas hay que sanarlas: reconociéndolas, atendiéndolas,
cuidándolas. De hecho, el significado profundo de toda neurosis es el de no
sentirse digno de ser amado. No sentirse reconocido, atendido y cuidado con
todo lo que uno es. Sin embargo si esperamos que alguien venga a hacer ese
trabajo por nosotros, estamos listos. Ésta es una tarea individual, responsabilidad
de cada cual.
Amarnos a nosotros
mismos significa hacernos más conscientes, reconocer todos nuestros personajes,
atender nuestras heridas. Cuidar de nosotros mismos con coraje, ternura y respeto. Honrar nuestra
vida. Privados de ese amor, compensaremos esa falta, no sabremos darlo, mostrándonos
tan críticos, enfadones y exigentes con los demás como con nosotros mismos.
Conscientes
del amor que está dentro de nosotros, entonces sí podemos compartir amor. Y en
ese compartir hay libertad, respeto, alegría y un continuo crecimiento.
Es una
entrega que sólo puede ser de verdad cultivada entre dos personas cuando se
cultiva ya, en cada una de ellas. Sólo podemos amar a los demás tanto como nos
amamos a nosotros mismos.
Para nutrir
esta relación amorosa con nosotros mismos, hemos de practicar con nuestra mente
y ejercitar nuestra atención e intención. Hemos de priorizar momentos en donde
decidamos otorgarnos ese amor, en donde decidamos ser nosotros mismos en los niveles
más profundos y relajados de nuestro propio ser. Es necesario mantener una
continua relación con esa fuente de amor
y apertura que somos, cuando verdaderamente estamos en contacto con
nosotros mismos. Para ello podemos: leer libros que nos recuerden esa verdad y nos
inspiren; escoger relacionarnos con personas que sientan ese amor hacia sí y
reflejen el nuestro; dedicarle tiempo a hacer eso que de verdad nos gusta y hace
sentir bien; meditar, contemplar o rezar diariamente para empaparnos de ese
amor y apertura.
El amor a
uno mismo se convierte así en la salud personal, en relaciones personales
sanas, en un caudal de bienestar que vertimos al mundo. Empezando por nosotros
mismos los primeros. Amándonos a nosotros mismos.
sábado, 1 de junio de 2013
INTELIGENCIAS
Me gusta la diferencia y la variedad. Creo que es lo que de natural es la vida, diversa. Si bien somos iguales en nuestra humanidad: nacemos, crecemos, adoptamos unas maneras humanas y morimos; somos diferentes en la expresión y la experiencia individual de nuestras vidas. Nuestra inteligencia también es distinta y no necesariamente mejor ni peor, distinta nada más.
Ya se pasó el tiempo de cuando la comunidad científica, tendía a creer que éramos todos iguales y que nuestra inteligencia era parecida y que se podía medir con una cosa que llamábamos el IQ, el coeficiente intelectual.
Es interesante observar cómo cambia con los tiempos, nuestra percepción y nuestro conocimiento de las cosas. Cómo la cultura, el inconsciente colectivo, va incorporando ideas que se hacen populares, a través de descubrimientos científicos previos. En este caso en el campo de la psicología.
Hasta hace poco el conocimiento científico y así el saber popular, entendía y medía la inteligencia, apoyándose en parámetros sobre todo lingüísticos y lógico-matemáticos, de tal manera que una persona era inteligente si era buena en matemáticas y en lenguas. Se creía que la inteligencia venía determinada por la dotación genética de cada cual. Los que se salían de la medida “normal”, que se basaba en la puntuación que obtenían en test desarrollados para tal fin, eran considerados como “anormales”.
Cuando la gente utiliza la palabra inteligencia sin pensar, suele referirse a este tipo de inteligencia. Una inteligencia que no contempla las características reales, útiles para la vida. Hoy nos damos cuenta de que la brillantez académica no lo es todo. A la hora de desenvolverse en la vida no siempre basta, o no siempre es lo mejor o más necesario. Muchas veces, más en los tiempos que corren, si no sabes cómo comprender a los demás, si no te entiendes a ti mismo, si no sabes cómo abrirte camino en la calle, trabajar en equipo, desenvolverte en el ámbito deportivo o en el artístico, aunque tengas el mayor coeficiente intelectual jamás observado, quizás no estés siendo inteligente con tu vida.
Seguramente el Coeficiente Intelectual fue útil cuando se popularizó y todo un descubrimiento el encontrar la manera de medirlo, a través de tests de inteligencia. Fue un avance y un reflejo y de la era industrial.
Sin embargo, hace ya una treintena de años que el concepto de inteligencia ha ido incorporando nuevos conocimientos científicos, al filo de las nuevas teorías, ampliando así nuestra comprensión. La inteligencia es ahora entendida como una capacidad, no como algo innato y estanco, sino como una capacidad a desarrollar. Además, afirma la existencia de variadas inteligencias, distintas y semi-independientes: la inteligencia lógico-matemática, la lingüística-verbal y también y no menos importantes, la visual-espacial, la corporal-cinética, la musical, la interpersonal, la intrapersonal, la naturalista, la emocional, la espiritual…
La teoría que desarrolló Howard Gardner sobre las inteligencias múltiples es una de estas teorías. La teoría de la inteligencia emocional de Daniel Goleman es otra aportación importante. Nos permiten entender la inteligencia como una capacidad que se despliega, para relacionar conocimientos que poseemos y así resolver una determinada situación y/o elaborar productos que sean valiosos para los demás. Ser inteligentes es saber elegir la mejor opción entre las que se nos brinda para resolver un problema o situación.
Frente a la complejidad de los tiempos presentes, mejor nutrir cada una de nuestras inteligencias: además de darle al intelecto, igualmente importante es menear el cuerpo, bailar, cantar, crear entornos bellos, relacionarnos con los demás, pasear en la naturaleza, reservar momentos de intimidad, silencio y relajación, conocer y aceptar nuestras emociones y así sacar provecho de todo lo que podemos llegar a ser.
Publicado en el última hora de Menorca, el 1 de Junio del 2013
Ya se pasó el tiempo de cuando la comunidad científica, tendía a creer que éramos todos iguales y que nuestra inteligencia era parecida y que se podía medir con una cosa que llamábamos el IQ, el coeficiente intelectual.
Es interesante observar cómo cambia con los tiempos, nuestra percepción y nuestro conocimiento de las cosas. Cómo la cultura, el inconsciente colectivo, va incorporando ideas que se hacen populares, a través de descubrimientos científicos previos. En este caso en el campo de la psicología.
Hasta hace poco el conocimiento científico y así el saber popular, entendía y medía la inteligencia, apoyándose en parámetros sobre todo lingüísticos y lógico-matemáticos, de tal manera que una persona era inteligente si era buena en matemáticas y en lenguas. Se creía que la inteligencia venía determinada por la dotación genética de cada cual. Los que se salían de la medida “normal”, que se basaba en la puntuación que obtenían en test desarrollados para tal fin, eran considerados como “anormales”.
Cuando la gente utiliza la palabra inteligencia sin pensar, suele referirse a este tipo de inteligencia. Una inteligencia que no contempla las características reales, útiles para la vida. Hoy nos damos cuenta de que la brillantez académica no lo es todo. A la hora de desenvolverse en la vida no siempre basta, o no siempre es lo mejor o más necesario. Muchas veces, más en los tiempos que corren, si no sabes cómo comprender a los demás, si no te entiendes a ti mismo, si no sabes cómo abrirte camino en la calle, trabajar en equipo, desenvolverte en el ámbito deportivo o en el artístico, aunque tengas el mayor coeficiente intelectual jamás observado, quizás no estés siendo inteligente con tu vida.
Seguramente el Coeficiente Intelectual fue útil cuando se popularizó y todo un descubrimiento el encontrar la manera de medirlo, a través de tests de inteligencia. Fue un avance y un reflejo y de la era industrial.
Sin embargo, hace ya una treintena de años que el concepto de inteligencia ha ido incorporando nuevos conocimientos científicos, al filo de las nuevas teorías, ampliando así nuestra comprensión. La inteligencia es ahora entendida como una capacidad, no como algo innato y estanco, sino como una capacidad a desarrollar. Además, afirma la existencia de variadas inteligencias, distintas y semi-independientes: la inteligencia lógico-matemática, la lingüística-verbal y también y no menos importantes, la visual-espacial, la corporal-cinética, la musical, la interpersonal, la intrapersonal, la naturalista, la emocional, la espiritual…
La teoría que desarrolló Howard Gardner sobre las inteligencias múltiples es una de estas teorías. La teoría de la inteligencia emocional de Daniel Goleman es otra aportación importante. Nos permiten entender la inteligencia como una capacidad que se despliega, para relacionar conocimientos que poseemos y así resolver una determinada situación y/o elaborar productos que sean valiosos para los demás. Ser inteligentes es saber elegir la mejor opción entre las que se nos brinda para resolver un problema o situación.
Frente a la complejidad de los tiempos presentes, mejor nutrir cada una de nuestras inteligencias: además de darle al intelecto, igualmente importante es menear el cuerpo, bailar, cantar, crear entornos bellos, relacionarnos con los demás, pasear en la naturaleza, reservar momentos de intimidad, silencio y relajación, conocer y aceptar nuestras emociones y así sacar provecho de todo lo que podemos llegar a ser.
Publicado en el última hora de Menorca, el 1 de Junio del 2013
viernes, 17 de mayo de 2013
HACIENDO CAMINO, AL MEDITAR
Nuestra mente la podemos usar a favor o en contra nuestro. Si no la atendemos, ni cuidamos de ella se puede erguir como nuestra ama y señora y hacernos pasar malos momentos. Quizás nos repita incesantemente, mensajes de enfado, queja, deseo, preocupación. ¿De qué nos sirven todos estos mensajes, si en definitiva vamos a seguir adelante, viviendo y enfrentando la realidad, de todas todas? Una buena manera de cuidar nuestra mentes y poner orden en nuestro interior es practicando la meditación.
La meditación es una técnica milenaria para el ejercicio de la atención y la ampliación de la conciencia. Existen variados tipos de meditación que se practican hoy en el mundo, dentro o fuera de un contexto religioso. En sí misma, no tiene nada de naturaleza sectaria o doctrinal, puede por eso ser practicada y aplicada por cualquier persona, que profese una fe religiosa o no, con el objetivo de ejercitar su mente y eliminar las tensiones internas y las negatividades que, habitualmente surcan nuestras mentes.
Meditar es un ejercicio saludable para la mente, el cuerpo y el espíritu. Meditar es estar en silencio, calmado, concentrando la atención sobre un objeto externo como una imagen, un mantra o un dios; o interno como la respiración, el pensamiento, o la propia conciencia. Es aprender a darse cuenta de lo que acontece aquí y ahora, en nuestra mente, en nuestro cuerpo y a nuestro alrededor. Es aprender a estar presentes, despiertos, mentalmente abiertos, flexibles, con claridad y paz mental. Así, somos más útiles, eficaces, amables y felices.
Normalmente, aun haciéndonos buenos propósitos, caemos en acometer acciones dañinas para nosotros mismos o los demás. Nuestra mente y nuestra limitada conciencia, a menudo se apoderan de nosotros, a través de deseos, temores, justificaciones o ignorancia y hacemos lo que bien pensado, no querríamos haber hecho. Sin un buen conocimiento de nuestra mente, nos dejamos llevar por ella, sin tener las riendas.
Meditando podemos observar nuestra mente y no identificarnos con ella. Podemos observar nuestros pensamientos, tomando distancia de ellos y obtener una comprensión más cabal. En cuanto aprendemos a observar nuestra mente y decidimos dejar de forjar acciones mentales perjudiciales, resulta mucho más fácil abstenerse de malos gestos y reacciones emocionales negativas.
Una sencilla manera de meditar que además se puede practicar en cualquier lugar y en cualquier momento es así:
Siéntate cómodamente con tus pies bien plantados en el suelo, tu espalda recta y relajada, en una silla por ejemplo. No hace falta que te pongas en postura “yogui”, sobre todo si no estás acostumbrado. Apoya tus manos en los muslos y cierra los ojos. Lleva la atención a tu respiración, sin forzarla, observándola tal y como está momento a momento. Proponte anclar tu atención en la respiración, observando como entra y sale el aire de tu cuerpo. Observarás que, a pesar de tu propósito, te distraerás. Eso es totalmente normal. Sin embargo, si tan pronto como te das cuenta de tu distracción, traes tu atención de nuevo a tu respiración, ya estás meditando.
Como con toda práctica, a meditar se aprende meditando. Si tienes la oportunidad de dar con un buen maestro, con una buena práctica, mejor que mejor. Si tienes la oportunidad de brindarte ese espacio a ti mismo en tu cotidiano e incorporarlo como rutina diaria, mejor que mejor. Como con toda práctica, sus mejores frutos se dan en el tiempo, es verdad. Tan verdad como que al tiempo se llega, haciendo camino, al andar. Podemos andar nuestra meditación 5 minutitos, un minuto incluso, esporádicamente o diariamente, seguramente, poco a poco querremos saborearla más. Por eso es bueno tener presentes, en nuestra mente, las tres “P” que llama Enriqueta Olivari: paciencia, perseverancia y práctica y con ellas orientar nuestra meditación.
Publicado en el Última Hora de Menorca, el 23 de Mayo, 2013
La meditación es una técnica milenaria para el ejercicio de la atención y la ampliación de la conciencia. Existen variados tipos de meditación que se practican hoy en el mundo, dentro o fuera de un contexto religioso. En sí misma, no tiene nada de naturaleza sectaria o doctrinal, puede por eso ser practicada y aplicada por cualquier persona, que profese una fe religiosa o no, con el objetivo de ejercitar su mente y eliminar las tensiones internas y las negatividades que, habitualmente surcan nuestras mentes.
Meditar es un ejercicio saludable para la mente, el cuerpo y el espíritu. Meditar es estar en silencio, calmado, concentrando la atención sobre un objeto externo como una imagen, un mantra o un dios; o interno como la respiración, el pensamiento, o la propia conciencia. Es aprender a darse cuenta de lo que acontece aquí y ahora, en nuestra mente, en nuestro cuerpo y a nuestro alrededor. Es aprender a estar presentes, despiertos, mentalmente abiertos, flexibles, con claridad y paz mental. Así, somos más útiles, eficaces, amables y felices.
Normalmente, aun haciéndonos buenos propósitos, caemos en acometer acciones dañinas para nosotros mismos o los demás. Nuestra mente y nuestra limitada conciencia, a menudo se apoderan de nosotros, a través de deseos, temores, justificaciones o ignorancia y hacemos lo que bien pensado, no querríamos haber hecho. Sin un buen conocimiento de nuestra mente, nos dejamos llevar por ella, sin tener las riendas.
Meditando podemos observar nuestra mente y no identificarnos con ella. Podemos observar nuestros pensamientos, tomando distancia de ellos y obtener una comprensión más cabal. En cuanto aprendemos a observar nuestra mente y decidimos dejar de forjar acciones mentales perjudiciales, resulta mucho más fácil abstenerse de malos gestos y reacciones emocionales negativas.
Una sencilla manera de meditar que además se puede practicar en cualquier lugar y en cualquier momento es así:
Siéntate cómodamente con tus pies bien plantados en el suelo, tu espalda recta y relajada, en una silla por ejemplo. No hace falta que te pongas en postura “yogui”, sobre todo si no estás acostumbrado. Apoya tus manos en los muslos y cierra los ojos. Lleva la atención a tu respiración, sin forzarla, observándola tal y como está momento a momento. Proponte anclar tu atención en la respiración, observando como entra y sale el aire de tu cuerpo. Observarás que, a pesar de tu propósito, te distraerás. Eso es totalmente normal. Sin embargo, si tan pronto como te das cuenta de tu distracción, traes tu atención de nuevo a tu respiración, ya estás meditando.
Como con toda práctica, a meditar se aprende meditando. Si tienes la oportunidad de dar con un buen maestro, con una buena práctica, mejor que mejor. Si tienes la oportunidad de brindarte ese espacio a ti mismo en tu cotidiano e incorporarlo como rutina diaria, mejor que mejor. Como con toda práctica, sus mejores frutos se dan en el tiempo, es verdad. Tan verdad como que al tiempo se llega, haciendo camino, al andar. Podemos andar nuestra meditación 5 minutitos, un minuto incluso, esporádicamente o diariamente, seguramente, poco a poco querremos saborearla más. Por eso es bueno tener presentes, en nuestra mente, las tres “P” que llama Enriqueta Olivari: paciencia, perseverancia y práctica y con ellas orientar nuestra meditación.
Publicado en el Última Hora de Menorca, el 23 de Mayo, 2013
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